En torno al año 1210 se refleja ya en la documentación de la época la existencia de un molino harinero, propiedad de los Dominicos de Alcalá de Henares. Dicho molino, en el siglo XVIII, pasó a manos de los franciscanos de Torrelaguna.
Ya en el siglo XIX la ley de desamortización del ministro Mendizábal supuso el cambio de propiedad eclesiástica a manos privadas, con la consecuencia que a principios del siglo XX el molino fue abandonado a su suerte.
Sin embargo, en 1985 el molino fue adquirido por el empresario Manuel Castiñeiras, quien inició un proceso de sucesivas restauraciones que han conseguido devolver a este bello paraje su esplendor y belleza de tiempos pasados.